6 nov 2010

EL ÚLTIMO, EL MEJOR

Pan, queso, pan, queso... Así estuvieron durante 15 segundos. El ritual antes de comenzar el partido le dio rédito a Javier que tuvo la posibilidad de elegir. Los chicos, de aproximadamente 10 años, estaban a los gritos y se peleaban para ser los seleccionados.

Cuando ambos grupos ya tenían 5 por lado, quedaron solamente 2 sin elegir. Diego que no era de los mejores pero se las arreglaba siempre para tirar la pelota afuera y Augusto, un chico excedido de peso, al que nadie quería en su equipo.

Finalmente, como Javier había ganado el pan y queso, eligió al tocayo de Maradona y Augusto se fue al conjunto de Matías, que estaba de festejos por su cumpleaños.

Desde afuera, al padre de Augusto se lo notaba triste. Sin pronunciar palabras, veía como los chicos armaban los equipos y a su hijo no lo elegían por ser "gordo".

Sin embargo, confiaba en su hijo que, recientemente, había comenzado a jugar en infantiles del club Parque (dato que sus compañeros no tenían).

Lo cierto es que la fiesta comenzó. Augusto, con su pelo colorado y vestido con un buzo desgastado de Carlos Roa y sus guantes con un agujero en el índice izquierdo, se fue directo al arco.

Su alegría y juventud lo mantenían al margen de la competencia, en la cual siempre intentaba divertirse.




Los chicos hicieron dos tiempos de 20 minutos y allí Augusto demostró que sus compañeros se habían equivocado al seleccionarlo último. Con movimientos normales de un niño de 10 años, se las arregló tanto con los pies y las manos, para atajar los tiros de sus rivales.

Carlos, cada vez que su hijo evitaba un gol, se rompía las manos en aplausos y también lo hacían sus compañeros de equipo, que no podían creer lo que veían.

Finalmente y cuando sólo quedaba 3 minutos e iban 7 a 7, Augusto se ganó el reconocimiento de todos los chicos. Desde afuera del área, Javier, el más habilidoso, pateó de derecha.

Cuando la pelota se metía, Augusto alcanzó a desviarla levemente con su pie izquierdo para que diera en el palo. Luego, tuvo la suerte de que salió. Javier no lo podía creer.

En el cumpleaños de Matías el partido terminó empatado. Después de haber transpirado un rato, los chicos tomaron gaseosa y comieron panchos para recuperar las energías perdidas.

Augusto, dentro de la cancha les dejó en claro a sus compañeros que se equivocaron. El niño con sus botines blancos desatados, les demostró a los chicos del Dr. Antonio Dellepiane que su exceso de peso no le impide jugar a la pelota.

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